El antropologo inocente by Nigel Barley

El antropologo inocente by Nigel Barley

autor:Nigel Barley [Barley, Nigel]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2012-01-15T14:57:08+00:00


Mientras estaba recogiendo vocabulario de campos tan sencillos como las partes del cuerpo, dibujé una silueta de un hombre y otra de una mujer con las partes pudendas algo difumina- das para que ellos señalaran las zonas que tuvieran un nombre único. El dibujo se consideró una maravilla y durante varios meses se presentaron hombres en mi choza solicitando que se lo dejara ver. (Sobre todo querían saber si había representado el pene en toda su gloria circuncidada; de ser así, me habrían pedido que no se lo enseñara a las mujeres.) Lo curioso era que los hombres no distinguían la silueta masculina de la femenina. Yo lo atribuí simplemente a mi poca capacidad para el dibujo, hasta que intenté usar fotografías de leones y leopardos. Los viejos se quedaban mirando las postales, cuyas imágenes eran perfectamente nítidas, les daban vueltas en todas direcciones y luego decían algo así como: «No conozco a este hombre.» Los niños identificaban los animales pero desconocían por completo su importancia ritual. Al final hice un viaje a Garoua. En el mercado hay un puesto que ostenta el espléndido título de «Sindicato de curanderos tradicionales». Allí se encuentran muchas cosas extrañas y maravillosas tales como trozos de plantas, garras de leopardo, ojos de murciélago o anos de hiena. Compré unas garras de leopardo, una pata de civeta y una cola de león. Mediante estos objetos pude determinar de qué animal estábamos hablando.

No obstante, aquello no puso fin al problema. Los dowayos «explicaban» las relaciones entre estos animales con un cuento:

«Un leopardo tomó a una leona como esposa. Vivían en una cueva del monte y tenían tres hijos. Un día el leopardo rugió. Dos de los hijos tuvieron miedo y huyeron. Se convirtieron en el serval y la civeta. El que se quedó se volvió leopardo. Ya está.»

Me pareció natural preguntar si aquello había sucedido tan sólo una vez o si era el origen de todos los servales y civetas.

Unos dijeron una cosa y otros otra. Unos mantenían que tal era el origen de todas las civetas pero que los servales sólo nacían de servales. Otros afirmaban que los servales nacían así pero que las civetas descendían únicamente de otras civetas.

Y no se trataba de un fenómeno aislado. Las más sencillas preguntas sobre pájaros o monos llevaban aparejada una respues -

ta de la más pasmosa complejidad que poco tenía que ver con las declaraciones del tipo «Los dowayos creen que…» que solemos leer en las monografías. Qué creían los dowayos era una cuestión difícil de esclarecer por el sencillo método de preguntárselo. Si se pretendía hacer honor a la verdad, a cada paso aparecía un abanico de interpretaciones posibles.

Así continuó la vida durante un tiempo. El único festival a que había asistido me proporcionó combustible para muchos días de trabajo. El investigador de campo no puede esperar mantener mucho tiempo un buen ritmo en la investigación. He calculado que durante la temporada que estuve en Africa quizá pasé un uno por ciento del tiempo haciendo lo que había ido a hacer.



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